Bogotá. Victimizando y revictimizando: Julián Triana

   Si hoy existe algo que desmienta la existencia o al menos el intento de construir una “Bogotá Mejor para Todos” es el tema de los habitantes de calle. No sé si soy muy ingenuo al incluir al “indigente ladrón y drogadicto” –como diría alguna gente de bien- dentro del grupo de ciudadanos para los que Bogotá se supone iba a comenzar a ser distinta; a ser mejor. El proceder de la Alcaldía Mayor desnuda mi ingenuidad, pues a éste indeseable grupo hay que tratarlo tan duro como sea posible, como bien dijera Peñalosa recientemente. Una completa antilógica que hoy deja nuevos daños y encrudece viejas problemáticas.
   El primer error está en decir que si la intervención a la Calle del Bronx no se hacía a la fuerza y con el fin de desocuparla entonces cualquier camino sería ineficiente; un falso dilema en el que la Alcaldía soportó su actuar. Lo anterior en ningún punto significa que la administración tuviera que vendarse los ojos frente a la anti-humanidad que allí se presentaba pero sí que era su deber terminar o al menos atacar el problema de raíz, protegiendo además a quienes son víctimas y no victimarios de ése infierno.
   Recién ocurrió la intervención en el Bronx varios vaticinamos –sin que fuera nada difícil- lo que vendría en Bogotá: muchos ciudadanos serían nuevas víctimas y se revictimizaría aún más a quienes por años han conocido el lado más oscuro de la capital y de la vida misma. Desafortunadamente tuvimos razón.
   Familias que nada tienen que ver con el problema de las drogas o de la sobrepoblación en materia de habitantes de calle los han visto llegar a sus barrios de manera masiva. Pero ese no es el problema en sí mismo. Cuando con ellos llegan los expendedores de droga –aprovechando además nuevos mercados- y la violencia que los caracteriza entonces hay un malestar social inevitable. Lo anterior se ha evidenciado a la salida de distintos colegios, ha afectado el comercio en distintos sectores y la cotidianidad de la gente cuando transitan las calles y los parques de sus barrios donde esto no ocurría con anterioridad. Habitantes de más de ocho barrios en tres localidades distintas hoy denuncian los efectos colaterales obvios de una política pública mal diseñada.
   Las nuevas víctimas no solo están en Bogotá. En ciudades como Pereira, Armenia, Medellín, Manizales, Fusagasugá, Dosquebradas y otras cuantas, se han establecido cientos de habitantes de calle y detrás de ellos los grupos que los controlan a través de drogas. Es decir, la que se perfila como la peor y más improvisada política pública en la historia reciente de Colombia obliga a otras ciudades a mermar las consecuencias diseñando estrategias propias que no estaban en los planes.
   A quienes habitaban en la Calle del Bronx tampoco les ha ido nada bien. Ahora, adicionalmente a su dependencia a las drogas, carencia de un techo, falta de alimentos, enfermedades de toda índole y la discriminación cotidiana deben soportar la persecución y la discriminación por habitar las calles de distintos sectores atiendo a su necesidad de sobrevivir. Si antes el ciudadano promedio los miraba por debajo del hombro, hoy ese mismo se está organizando con sus vecinos para defender sus calles con armas caseras o incluso de fuego, como ya se ha denunciado. Si en algo ha sido eficiente la medida impuesta por Peñalosa es en aumentar las brechas sociales cultivando odio entre personas que en esencia son iguales aunque sus contextos sean diferentes.
   Con lo anterior no pretendo decirle que todos los habitantes de calle son unos angelitos caídos del cielo. Tampoco mi objetivo es decir que la Alcaldía de Bogotá no ha hecho nada para que algunos (ahí el problema precisamente) de ellos puedan resocializarse en buena manera. Mucho menos que hay que marginarlos en tres cuadras para que no generen daños en el resto de la ciudad. La finalidad real es hacer un llamado para que dejemos de contentarnos con resultados engañosos; hoy nos dicen que la Calle del Bronx ya no existe más –tal cual lo hizo el mismo alcalde con la Calle del Cartucho hace unos años- pero esconden los resultados nefastos que eso derivó para el resto del país.
   En la nueva Colombia es inadmisible que el Alcalde de Bogotá asista casi obligado a una audiencia pública para tratar las consecuencias de sus medidas, hable y luego se vaya sin escuchar a los perjudicados; incluso cuando le ruegan quedarse. La construcción de un país en paz reside también en que los cargos de liderazgo los asuman personas que representen a toda la gente, pues bien resaltó Pepe Mujica la importancia de entender que los “indigentes” pertenecen a toda la humanidad y no son solo una cifra que hay que esconder a como dé lugar.

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