Bogotá ¿MEJOR PARA QUIÉN? Por: Héctor Pineda S.

DSC04069Por: Héctor Pineda S. El sonido retumbó en el murmullo de la calle que apenas se desperezaba. “Ábrase de  aquí hijueputa”, tronó el vozarrón acompañado de golpes seguidos del sonido de un hueso roto en astillas.
El policía, con el bastón de mando agarrado por la empuñadura,  respondiendo a los nuevos mandatos de “cero tolerancia con la indigencia”, espantaba a garrote limpio al habitante callejero que mendigaba un apedazo de pan por encima del cristal de la terraza de la cafetería. “La recuperación de la ciudad y la seguridad empieza por la limpieza”, horas antes había dicho el Alcalde Peñalosa.
Las señales del “cambio radical” empezaron a sentirse. Primero, como súplicas,  columnistas solicitan  prudente espera para alcanzar a resolver los inmensos problemas de la ciudad. “Es un asunto de todos. No hago milagros”, dice el Alcalde. Los escritos, solicitan bajar las expectativa. Por supuesto, olvidaron decir, esos mismos escritos de opinión, que apenas hace unos meses exacerbaban los ánimos de la ciudad anunciando el desastre total, el desorden y la desidia “por la incapacidad del alcalde Petro para resolver los problemas”. El contexto y explicaciones de males acumulados por la manera de desarrollarse una enorme urbe y los correctivos humanos, para esas voces, poco importó.
Pasan las horas y los primeros días llegan. “Reflexionar sobre la importancia de vender las empresas rentables”, invita una y otra vez el alcalde Peñalosa. El argumento de vender los que está produciendo ganancias, “vender la gallina de los huevos de oro”, contrasta con la negación y criticas, de los mismos que hoy aplauden la ocurrencia privatizadora de Peñalosa, cuando Petro echaba mano a parte de las ganancias para invertir en los más pobres. “Eso no se debe hacer, decían, porque quiebra las empresas”. Vender, salir de una fuente de recursos, según ellos, es “recuperar Bogotá”. Vaya lógica.
Pero allí no queda el asunto. Con escaso 33% que eligió a Peñalosa, sin sonrojo, dicen tener todo el derecho de hacer y deshacer aunque, hace unos días, le negaban ese mismo derecho a Petro argumentando escasa legitimidad. Es más, recuerdo, el día después de la elección de Gustavo Petro, Peñalosa dijo en una reunión privada, cuando era verde y no cambio, “que un Alcalde con tan bajo porcentaje no debía gobernar, que había que revocar el mandato”. Los furibundos generadores de opinión que clamaban por la revocatoria como por las “doble vuelta” para la elección de alcaldes, ahora, escriben almibarados consejos. A lo mejor, con calculo de negociantes, están a la espera de la captura de oportunidades en la feria de privatizaciones que ha anunciado el nuevo alcalde. “Segundas partes nunca han sido buenas”, dice un amigo con el cual hablé de estos asuntos.
Llegó el primero de enero. La canícula que ardía en la Plaza de Bolívar. Las conocidas voces criticonas de Petro la interpretaron como buen presagio de los nuevos tiempos. Ni al alcalde en sus palabras, con la frente enrojecida por los efectos de los rayos solares a estas alturas, se le ocurrió una frase sobre el cambio climático. Antes por el contrario, en una frase llena de atajos, como los discursos del comediante mejicano “Cantinflas”, anunció la decisión de retomar la expansión urbana hacia el norte y poner fin a la reserva Thomas van der Hammen. “El calentamiento global es invento de Petro”, había dicho en recién nombrado Secretario de Gobierno. Un reconocido experto advierte que “el circuito verde” de nada sirve si se destruye la Reserva Forestal.  Hubo silencios: sobre la paz nada se dijo. El maquillaje mediático,  desde ya, se pone en marcha. ¿Mejor para quién? peña16

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