Mauricio Katz García* Bogotá: Una ciudad mejor y feliz para todos

   El pasado 29 de abril, el alcalde de Bogotá D.C., Peñalosa y su gabinete radicaron ante el Concejo Distrital el proyecto de Plan de Desarrollo 2016-2020 “Bogotá Mejor Para Todos”, un documento de 674 páginas, 170 Artículos, por un valor de $95,9 billones de pesos.
   El proyecto de Plan, resulta un texto largo, sinuoso y que requiere ser analizado cuidadosamente para entender las pretensiones de la actual administración en materia programática, administrativa, jurídica y presupuestal. La marca general del Plan es el desmantelamiento de lo público, la transferencia de rentas generadas por la aglomeración y el patrimonio colectivo al sector privado, la aplicación de la regla fiscal a la inversión social y los subsidios de la población vulnerable, la concentración del presupuesto en obras de movilidad y el abandono del enfoque de derechos y de inclusión en la construcción de una ciudad de derechos, democrática y moderna.
    El proyecto de Acuerdo quiere hacer moñona, aprovechando que tienen el apoyo de una aplastante coalición mayoritaria en el Concejo distrital. Peñalosa y su equipo proponen un Plan de Desarrollo, con gran cantidad de orangutanes, incluyendo disposiciones y facultades que transformarán aspectos legales, financieros, patrimoniales, urbanísticos y de la estructura administrativa de la ciudad, los que significarán privatizaciones, venta de activos e inmuebles de la ciudad, reducción de plantas de personal, revisión del gasto recurrente, medidas que normalmente no hacen parte de un Plan de Desarrollo y que en una suerte de pague uno lleve lo que quiera. Si el Cabildo distrital lo aprueba, no solamente cede gran parte de sus facultades de control político durante los próximos años, sino que además pierde la capacidad de discutir serena y profundamente temas esenciales para el funcionamiento de la ciudad.
Privatizar: liquidar patrimonio público valioso y rentable
    En el Proyecto de Acuerdo aparecen varias figuras que consagran la privatización de activos estratégicos, productivos y rentables hoy patrimonio público y que se transferirían al sector privado a partir de la aprobación global del Plan efectuada en el Concejo de Bogotá. Esto significaría otorgarle una facultad amplia y discrecional a la administración para saldar bienes construidos y valorizados durante años, con el esfuerzo de todos, en un abrir y cerrar de ojos.
   El caso más publicitado es el de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá S.A.E.S.P. (ETB), para la cual Peñalosa solicita en el Artículo 128 del proyecto en cuestión, autorización para la enajenación total de la participación que en ella tiene el Distrito¹. Paradójicamente, esta empresa entrega millonarios dividendos a la ciudad, algunos de los cuales tienen como destino el presupuesto de la Universidad Distrital; pero además tiene hoy un futuro comercial envidiable porque acaba de realizar cuantiosas inversiones en la instalación de fibra óptica en sectores residenciales y comerciales, además de abrir una rama de negocio en la telefonía celular, lo que la hace una empresa con tecnología de punta, que a pesar de los esfuerzos cotidianos de su presidente Jorge Castellanos, por denigrarla, sus acciones no hacen más que valorizarse y de allí la pregunta: ¿si la ETB es tan mal negocio, por qué hay tantas expectativas en el mercado por su privatización?
   Otro caso importante de privatización es el de la EPS Capital Salud, que en el Distrito asumió los afiliados de la liquidada Caprecom, que en su gran mayoría son personas del régimen subsidiado de Salud. El Distrito, contradictoriamente titula el Artículo 66 del Plan, como “Fortalecimiento de la EPS Capital Salud”, pero en su contenido plantea “Como resultado del proceso de fortalecimiento o salvamento patrimonial de la EPS Capital Salud, se autoriza a la administración distrital a fusionar la entidad o enajenar total o parcialmente su participación accionaria en la misma, de conformidad con las disposiciones legales vigentes”.
   La venta de Capital Salud hace parte del proceso de reorganización del sector salud en Bogotá y su entrega a la lógica de mercado y al sector privado consagrada en el Acuerdo 641 de 2016, con la creación de la Red Integrada de Servicios de Salud conformada por 4 sub redes (Sur, Sur Occidente, Norte y Centro Oriente) que unificó y absorbió los 22 hospitales que hacían parte de la red pública y cuyas consecuencias empieza a ver la ciudadanía con las deficiencias en la atención de urgencias, el abandono del programa de Territorios Saludables y la espera prolongada para la atención de especialistas.
   Un caso más de privatización, tiene que ver con la solicitud de autorización que el Alcalde hace al Concejo, empaquetada en el Plan de Desarrollo en el Artículo 134, denominado “Enajenación de Participación de Transmilenio S.A. en la Empresa Férrea Regional S.A.S.”. La consecuencia práctica del beneplácito del Cabildo para la venta de esta participación accionaria de Transmilenio S.A., es el abandono de la multimodalidad en el transporte público del Distrito, puesto que el objeto de la Empresa Férrea Regional, es el aprovechamiento de la red férrea del norte, sur y occidente que cruza la ciudad y la conecta con la Sabana. De esta manera el Distrito, particularmente esta administración, renuncia a la promoción y al aprovechamiento de esta red férrea regional y de figuras como el Tren de Cercanías que podrían significar atacar los problemas del transporte público con fórmulas más económicas, limpias y sostenibles, todo ello en favor de Transmilenio que es la prioridad de este Alcalde y del Plan comentado.
   Sin agotar el análisis exhaustivo de las privatizaciones propuestas en este Plan de Desarrollo, no puede pasar desapercibido lo propuesto en un apacible Artículo, el 109, denominado “Gestión de Sedes Administrativas”, que en su parte final establece “[...] Así mismo, autorícese al Alcalde Mayor de Bogotá D.C. durante el período de vigencia del presente Plan, para realizar de conformidad con las normas superiores que regulan la materia, la enajenación a título oneroso de los bienes inmuebles fiscales de propiedad del Distrito, que no sean necesarios para el funcionamiento administrativo de entidades distritales”.
¡Se vende!
    Este artículo puede significar la venta de una cantidad importante de bienes inmuebles que posee el Distrito y que a juicio de esta administración no sean necesarios o que en su afán de recaudar recursos y reducir el patrimonio público, proceda a la venta de bienes importante que en muchos casos pueden representar patrimonio cultural, predios o edificaciones que por su tamaño y especialmente por su ubicación sean muy apetecidos en el mercado privado.
   Otra forma de privatización, propuesta en el proyecto de Plan de Desarrollo está representada por la gestión del espacio público, privilegiando su acceso a quienes tienen los recursos económicos para pagar por su uso, disfrute y aprovechamiento. Hay tres propuestas en este sentido. La primera la contribución para eludir el Pico y Placa; la segunda la creación de autopistas y vías rápidas sujetas al pago de peajes urbanos y, finalmente, las contribuciones a parqueaderos. Estas figuras podrían profundizar la segregación y la inequidad en el espacio urbano.
Reorganización administrativa y masacre laboral
    Peñalosa solicita de manera bastante inusual el otorgamiento de facultades pro tempore para realizar una reorganización administrativa del Distrito Capital. En efecto, en el Artículo 106 del Proyecto de Plan de Desarrollo, denominado “Modificación Estructura Administrativa” solicita “por el término de doce (12) meses, contados a partir de la entrada en vigencia del presente Acuerdo, de facultades para modificar, fusionar, crear o suprimir entidades, establecer las funciones de sus dependencias, fijar las correspondientes escalas salariales y realizar las modificaciones presupuestales a que haya lugar; emitir los actos administrativos pertinentes para ajustar las instancias de coordinación y participación de las entidades distritales”. Esta solicitud la formula excusándose en “el propósito de dar celeridad y agilidad a las decisiones que se requieren para el cumplimiento de las políticas y los objetivos propuestos en el Plan de Desarrollo “Bogotá Mejor para Todos 2016-2020”, y garantizar la eficiencia en el uso de los recursos públicos y la prestación de los servicios a la población”.
   El otorgar estas facultades, el Concejo estaría propiciando el incumpliendo absoluto de los requerimientos mínimos fijados por el Departamento Administrativo de la Función Pública –Dafp– para adelantar este tipo de procesos, ya que las reestructuraciones deben ir acompañadas de estudios específicos sobre las necesidades, la situación fiscal del ente territorial, las realidades de las plantas de personal y los macro y micro procesos administrativos y organizacionales que permitan establecer la necesidad de una modificación organizacional.
   Junto a estas facultades extraordinarias, en el Artículo 122 la administración le solicita al Concejo Distrital aprobar una “Racionalización del gasto y asignación eficiente de recursos” que tiene dos elementos. Por un lado “una mirada integral y técnica de la estructura administrativa del Distrito, en búsqueda de eficiencias administrativas y eliminación de duplicidad de funciones entre entidades; en este sentido se estudiará la posible fusión, transformación o supresión de algunas entidades cuyas funciones puedan ser asumidas por otras; y por otro, “una revisión, análisis y depuración del gasto recurrente actual, que permita liberar espacio presupuestal para las nuevas inversiones del Plan de Desarrollo y se convierta en un factor de decisión en la priorización del presupuesto. Esto permitirá fortalecer una gestión gerencial que potencialice el logro de los objetivos y metas propuestas del Plan de Desarrollo Distrital”.
   En otros términos, Peñalosa pide autorización para modificar sin participación ni consulta con los ciudadanos ni con los empleados públicos y oficiales, la estructura administrativa del Distrito y la racionalización de los gastos recurrentes, caso inédito en la ciudad, lo que podría significar una masacre laboral para los empleados y que no debería autorizarse en el Plan de Desarrollo sino que debería cursarse de manera autónoma y en un amplio proceso de diálogo.
Presupuesto de bolsillo y Regla Fiscal
    El Alcalde Mayor utiliza el Plan de Desarrollo para hacer un manejo presupuestal que elude varias de las normas contempladas en el Estatuto Orgánico de Presupuesto Distrital, Decreto 714 de 1996 y sus normas reglamentarias. Primero, en el Artículo 58 hace una definición bastante gaseosa de los Proyectos Estratégicos, incorporando desde los grandes de movilidad (metro y troncales de Transmilenio) hasta operación de bibliotecas. Luego, en el Artículo 125, establece que ese conjunto de proyectos se realizarán mediante el mecanismo de vigencias futuras, lo que significa que el Concejo le estaría dando un cheque en blanco para financiar y realizar proyectos indeterminados sin estudios técnicos ni financieros, sin pasar por la autorización previa del Consejo de Gobierno y del Confis y lo más grave sin un debate público sobre los costos, las dimensiones técnicas y las implicaciones sociales de estos proyectos.
   Luego, el Alcalde pretende que el Plan de Desarrollo le otorgue facultades para incorporar directamente los recursos adicionales a los previstos en el presupuesto aforado de cada vigencia, a través de un Decreto, evitando ir al Cabildo cada año a tramitar una adición presupuestal, que tiene un costo en tiempo y negociación, en la manera cómo opera el Concejo Distrital. También solicita unas facultades pro tempore para efectuar traslados entre agregados o entre entidades o aprobar créditos adicionales al presupuesto de la vigencia 2015, lo cual no está contemplado en las normas presupuestales distritales.
   La cereza del ponqué en términos presupuestales y de derechos, es la propuesta de Peñalosa de incorporar a través del Plan de Desarrollo la denominada Regla Fiscal en el Distrito. En efecto, en el Artículo 105, definido como “Focalización de Beneficios y Subsidios”, la administración le pide al Cabildo permitirle reglamentar “la implementación de los beneficios y subsidios autorizados por el Concejo Distrital, para que en el marco de sostenibilidad fiscal y dentro de los recursos presupuestados para cada vigencia fiscal, se puedan priorizar a los correspondientes beneficiarios”. Abandonando la universalidad de los derechos, condicionándolo al acceso a la disponibilidad presupuestal definida por la propia administración y sujetando la garantía de los derechos a la voluntad del ordenador del gasto quien fija las prioridades, focaliza y selecciona los beneficiarios, dando pie a la ampliación del modelo neoliberal y clientelista de asistencia social caritativo, lo cual en Bogotá significa una política social regresiva, que desconoce los logros de inclusión social de la ciudad.
Misceláneos para la preocupación ciudadana
    Un proyecto tan extenso como el Plan de Desarrollo tiene tal cantidad de temas que es muy difícil comentarlos en un breve texto, por tanto señalaré sucintamente tres temas que aparecen y que deben ser discutidos más ampliamente. Primero, la intención de ubicar como proyectos estratégicos los senderos ecológicos, uno el panorámico rompe fuegos de los cerros orientales, y otro el de conexión entre los cerros orientales y el río Bogotá.    
    Estos proyectos afectarán ambiental, paisajística y patrimonialmente los cerros orientales y la Reserva Natural Thomas Van Der Hammen, promoviendo la urbanización para los estratos altos de la ciudad. Segundo, la ausencia del tema de la descentralización y el fortalecimiento de la autonomía y la capacidad administrativa de las localidades y por el contrario la clara intención de asaltar sus recursos, con el argumento de promover la concurrencia y complementariedad entre el nivel central y la gestión local, con la cofinanciación de obras del Distrito para “potencializar los recursos de los Fondos de Desarrollo Local” como contrapartidas en proyectos de gran impacto social, los cuales serán definidos por el nivel central, abandonando las prioridades de la inversión local. Un tercero, es la utilización del Plan de Desarrollo para fijar normas urbanísticas, lo cual se menciona para la infraestructura educativa y para unos planes parciales que deberían tener uno y otro un curso legal distinto.
El Estado no es la solución...
    En síntesis, el proyecto de Plan de Desarrollo presentado por Peñalosa para aprobación del Concejo Distrital es un proyecto cargado de micos, que busca que en un solo paquete le sean concedidas facultades al Alcalde Mayor para modificar aspectos esenciales de la administración pública, de la estructura organizacional y del presupuesto distrital. Esta administración parte del precepto fijado en la década de los 80 del siglo pasado por Ronald Reagan, quien afirmaba que “El Estado no es nunca la solución. En realidad, es siempre el problema”. Así pretende reducir el campo de intervención del Estado, abriendo espacio a la acción del mercado, privatizando servicios esenciales, achicando el aparato de gobierno, con argumentos afincados en una aparente eficiencia y eficacia del sector privado y la supuesta incapacidad del Estado para la administración, procediendo en este proyecto a vender entidades públicas esenciales, al desmantelamiento institucional y a recortes presupuestales con consecuencias en el acceso y garantía de derechos a la ciudadanía.
   En realidad el Plan de Desarrollo consagra la transferencias de rentas públicas construidas en años de impuestos y ahorros colectivos a sectores privados que se aprovechan de la regulación y la aglomeración de una ciudad como Bogotá, sin que la administración resuelva de fondo los problemas de inclusión social, de movilidad sostenible y de sostenibilidad ambiental que hoy constituyen los principales problemas de la capital del país.
   * Mauricio Katz García, @katzmauricio. Sociólogo, DEA en Estudios Políticos, Candidato a Doctor, Universidad Pierre Mendes France, Grenoble II. Ex Subsecretario de Planeación de la Inversión del Distrito entre 2012 y 2014.
   1 Todos los artículos comentados en este texto hacen parte del Proyecto de Plan de Desarrollo 2016-2020 “Bogotá Mejor Para Todos”, radicado el 29 de abril de 2016 al Concejo de Bogotá D.C.

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